miércoles, 25 de agosto de 2010

El adiós de un grande de las letras... Hasta Siempre José Saramago






El escritor portugués y Premio Nobel José Saramago ha muerto a los 87 años en su residencia de la localidad de Tías (Lanzarote). El autor del “Evangelio según Jesucristo” fue poeta antes que novelista de éxito y antes que poeta, pobre. Unido el periodismo a esos otros tres factores (pobreza, poesía y novela) se entenderá la fusión entre preocupación social y exigencia estética que ha marcado la obra del único Premio Nobel de la lengua portuguesa hasta hoy.

“Soy escéptico, reservado, no hablo efusivamente, no me la paso sonriendo ni abrazando a la gente ni tratando de hacer amigos; la gente solía decir de mi es bueno pero es un comunista ahora dicen es un comunista pero es bueno”, estas y otras citas son la que hacían de José Saramago un hombre polémico siempre dispuesto a expresar su opinión le pesara a quien le pesara.  

Todo lo que empieza algún día tiene que terminar pero en el caminar de nuestras vidas siempre se deja un legado y es así que grandes como José Saramago evocan un  gran placer por la vida y la literatura, aunque con duro pesar nos deja su ida siempre lo recordaremos a través de sus obras que quedarán intactas a través del tiempo. “Espero morir como he vivido, respetándome a mí mismo como condición para respetar a los demás y sin perder la idea de que el mundo debe ser otro y no esta cosa infame”, decía Saramago con respecto a la muerte.

José Saramago no escribía para agradar sino para desosegar. Creador de uno de los universos literarios más personales y sólidos del siglo XX, Saramago supo aunar su vocación de escritor con su faceta de hombre comprometido que nunca cesó de denunciar las injusticias que veía a su alrededor o de pronunciarse sobre los conflictos políticos de su tiempo.

Persona de firmes convicciones, capaz de “estar al lado de los que sufren y en contra de los que hacen sufrir”; “hombre de una sola palabra, de una sola pieza”, como lo definió su mujer, la periodista española Pilar del Río, cuando en 1998 le dieron el Premio Nobel a Saramago, éste reconocía siempre que él no tenía poder para cambiar el mundo, pero sí para decir que era necesario cambiarlo.

“Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”, aseguraba Saramago en junio de 2007, en unas jornadas de la Fundación Santillana.

En ellas, quien fue militante comunista durante buena parte de su vida, criticó con dureza a la izquierda: “Antes, caíamos en el tópico de decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda”, señalaba el escritor.

“Solo soy alguien que, al escribir, se limita a levantar una piedra y a poner la vista en lo que hay debajo. No es culpa mía si de vez en cuando me salen monstruos”, afirmó en el 97, con motivo de uno de sus múltiples doctorados “honoris causa”.

José Saramago sabía que había cosas que sólo suceden en la imaginación crítica de un escritor de novelas. Fiero critico de la globalización y de las religiones Saramago definía así a la divinidad “Dios es el silencio del universo y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio” y hoy aparentemente ese silencio le ha llegado a Saramago que ya no se encuentra con nosotros. Y digo aparentemente porque su voz será escuchada cada vez  que una de sus páginas sea leída. Hasta luego pero nunca “adiós” maestro José Saramago.